Inventario: personajes


Puede pasar en el colectivo, el registro civil, el banco, el ascensor. Esos momentos de encuentro con esos personajes peculiares y esa misma afirmación "parecen dignos de una obra de ficción". Mientras espero que la musa les dé el lugar que se merecen en alguna historia memorable que seguramente yo no contaré, desconfío de mi memoria y me apuro a dejar testimonio de esos personajes y situaciones de todos los días, tan dignos convertirse en signos como cualquiera de nosotros. A quien se sienta obligado a contribuir con esta noble causa, puede quitarse aquí ese peso de encima. 

Desde ya mis agradecimientos a los anónimos de siempre. 



Señora con mosca

La señora tenía una mosquilla cerca del ojo. Era muy mayor, llena de glorias pasadas y dispuesta a contarlas al primero que estuviera ahí para oírlas. Hablaba mucho con esa sonrisa indulgente y los ojos celestes desgastados. Pero había una mosca. Tapas de revistas, egresadas del colegio, tardes doradas, mosca, caminando en las acequias, primaveras, moscas, lozanía, fotos de antaño, mosca, mosca, mosca. No podía terminar de saber si el insecto era una afrenta para mí o para ella. Caminaba entre dos arrugas de su cara blanca como la naftalina en la que hacía descansar su ropa y no me dejaba prestar mucha atención a lo que decía. Quería la inmortalidad. Sospechaba, sin saberlo, que lo más parecido a la naftalina de la memoria, el último rescate de la decadencia, debía ser la palabra. Por desgracia las moscas no saben hablar. 

Disculpe, sé que es poco, pero espero que alcance.

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