Protestantismo

                     

La señora habla en voz alta. Sola. Parada en una esquina frente al Congreso. Está loca[1]. ¿Será verdad que los locos dicen la verdad? La loca protesta, casi grita, de enojo y ansiedad. La gente que espera para cruzar vuelve la vista hacia ella una y otra vez. Yo miro el Café del Molino; quizás mi inconciente encuentra alguna analogía. ¿Es ella tal vez el grito desde el inconciente? ¿Qué no estoy gritando?laiglesiademierdalafamiliatusdrogaslasmíasunpardemaníascorrercorrercorriendoelestréselactimellaciudadcontraelcampolospibesignoradosquesevayantodoslaputaquelosparió. La loca grita, sola, frente al Congreso. El mundo la mira como a un objeto extraño. Quizás sólo es una manifestante fuera de horario. 



[1] Sí, todos los que pasamos nos aseguramos de que no sea una de estas tantas personas que parecen estar hablando sola cuando en realidad son personas muy cuerdas que hablan por teléfono, con esos aparatitos pegados al oído, siempre comunicados con la escuela, el trabajo, la amiga chusma que no los deja oír sus propios pensamientos mientras corren a su próximo destino agitado pensando el la lista del supermercado, la política internacional y lo lindo que sería ganarse la lotería para nunca terminar como ese señor durmiendo en la calle, que alguien debería hacer algo por él, pobrecito. 

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